La Casa de los Ecos C2.1
A horror story by Luis Montalvo
En un pequeño pueblo rodeado de frondosos bosques, se erguía una antigua mansión que había permanecido deshabitada durante décadas.Los lugareños la conocían como la Casa de los Ecos debido a los extraños sonidos que parecían emanar de sus paredes, especialmente en las noches de luna llena.
Clara, una joven historiadora con un interés particular en leyendas urbanas, llegó al pueblo atraída por los rumores sobre la mansión.Había oído historias de luces parpadeantes en las ventanas y susurros que recorrían los pasillos, pero lo que más la intrigaba era el misterio de por qué nadie se atrevía a acercarse al lugar.Decidida a descubrir la verdad, Clara alquiló una pequeña cabaña cerca de la mansión y comenzó su investigación.
Armada con una linterna y su cuaderno de notas, Clara se dirigió a la mansión una noche clara.La puerta principal, pesada y cubierta de hiedra, cedió con un chirrido fantasmal.El interior estaba cubierto de polvo y telarañas, y el aire olía a humedad y abandono.Clara encendió su linterna y comenzó a explorar, tomando notas sobre cada detalle que encontraba.
A medida que avanzaba por la casa, Clara sintió una presencia extraña, como si la estuvieran observando.Los ecos de sus pasos resonaban en las paredes, creando una atmósfera inquietante.Mientras ascendía por la escalera que conducía al segundo piso, escuchó un susurro, apenas audible, que parecía decir su nombre."Clara...Clara...".Se detuvo en seco, su corazón latiendo con fuerza.Se dijo a sí misma que debía ser el viento o su imaginación, pero una parte de ella no estaba convencida.
En el segundo piso, Clara descubrió una puerta entreabierta que daba a una biblioteca.Las estanterías, aunque cubiertas de polvo, aún albergaban libros que parecían haber sido abandonados precipitadamente.En el centro de la sala, una gran mesa albergaba un diario, casi oculto bajo una capa de polvo.Clara lo limpió con cuidado y comenzó a leer.El diario pertenecía a un hombre llamado Antonio, el último propietario de la mansión, y relataba extraños sucesos vividos por él y su familia.
Antonio describía cómo una noche, su hija pequeña había desaparecido sin dejar rastro.A partir de entonces, los ecos comenzaron a llenar la casa, como si la niña intentara comunicarse desde algún lugar desconocido.Desesperado, Antonio había buscado ayuda en todas partes, pero finalmente, la familia abandonó la mansión, incapaz de soportar el dolor y el misterio.
Mientras Clara leía, los susurros se intensificaron, convirtiéndose en un coro de voces indistinguibles.Sintió un escalofrío recorrer su espalda y, por un instante, creyó ver una figura infantil reflejada en el espejo al final de la habitación.Con el diario en la mano, decidió salir de la casa y regresar a su cabaña.
Al día siguiente, Clara fue al archivo municipal para investigar más sobre Antonio y su familia.Descubrió que la desaparición de la niña nunca había sido resuelta y que muchos habitantes del pueblo creían que su espíritu aún rondaba la mansión.Clara se sintió impulsada a ayudar al espíritu de la niña a encontrar paz.
Regresó a la mansión al anochecer, esta vez llevando consigo una vela y un pequeño amuleto de protección que le había dado una anciana del pueblo.Al entrar, encendió la vela y la colocó en la mesa de la biblioteca.Clara habló suavemente, llamando al espíritu de la niña, asegurándole que estaba allí para ayudarla.
De repente, la temperatura de la habitación descendió, y Clara vio cómo la llama de la vela parpadeaba violentamente.Un suave susurro llenó el aire, y Clara sintió una extraña paz.Cerró los ojos y, en su mente, vio una imagen de la niña, sonriendo, mientras un cálido resplandor la envolvía.Al abrir los ojos de nuevo, la mansión estaba en silencio, y los ecos habían desaparecido.
Clara salió de la mansión, sintiéndose aliviada y agradecida.Había ayudado a una familia a encontrar algo de paz y, en el proceso, había vivido una experiencia que nunca olvidaría.De camino a su cabaña, miró hacia atrás y vio una última vez la mansión, ahora en calma bajo la luz de la luna.
Con el diario de Antonio en su poder, Clara sabía que tenía una historia increíble para compartir, una historia de misterios resueltos y de la fuerza del amor más allá del tiempo.
Aquella noche, mientras escribía sus experiencias, Clara se dio cuenta de que había encontrado algo más que respuestas: había encontrado un propósito, el de dar voz a aquellos que ya no podían hablar por sí mismos.
Clara, una joven historiadora con un interés particular en leyendas urbanas, llegó al pueblo atraída por los rumores sobre la mansión.Había oído historias de luces parpadeantes en las ventanas y susurros que recorrían los pasillos, pero lo que más la intrigaba era el misterio de por qué nadie se atrevía a acercarse al lugar.Decidida a descubrir la verdad, Clara alquiló una pequeña cabaña cerca de la mansión y comenzó su investigación.
Armada con una linterna y su cuaderno de notas, Clara se dirigió a la mansión una noche clara.La puerta principal, pesada y cubierta de hiedra, cedió con un chirrido fantasmal.El interior estaba cubierto de polvo y telarañas, y el aire olía a humedad y abandono.Clara encendió su linterna y comenzó a explorar, tomando notas sobre cada detalle que encontraba.
A medida que avanzaba por la casa, Clara sintió una presencia extraña, como si la estuvieran observando.Los ecos de sus pasos resonaban en las paredes, creando una atmósfera inquietante.Mientras ascendía por la escalera que conducía al segundo piso, escuchó un susurro, apenas audible, que parecía decir su nombre."Clara...Clara...".Se detuvo en seco, su corazón latiendo con fuerza.Se dijo a sí misma que debía ser el viento o su imaginación, pero una parte de ella no estaba convencida.
En el segundo piso, Clara descubrió una puerta entreabierta que daba a una biblioteca.Las estanterías, aunque cubiertas de polvo, aún albergaban libros que parecían haber sido abandonados precipitadamente.En el centro de la sala, una gran mesa albergaba un diario, casi oculto bajo una capa de polvo.Clara lo limpió con cuidado y comenzó a leer.El diario pertenecía a un hombre llamado Antonio, el último propietario de la mansión, y relataba extraños sucesos vividos por él y su familia.
Antonio describía cómo una noche, su hija pequeña había desaparecido sin dejar rastro.A partir de entonces, los ecos comenzaron a llenar la casa, como si la niña intentara comunicarse desde algún lugar desconocido.Desesperado, Antonio había buscado ayuda en todas partes, pero finalmente, la familia abandonó la mansión, incapaz de soportar el dolor y el misterio.
Mientras Clara leía, los susurros se intensificaron, convirtiéndose en un coro de voces indistinguibles.Sintió un escalofrío recorrer su espalda y, por un instante, creyó ver una figura infantil reflejada en el espejo al final de la habitación.Con el diario en la mano, decidió salir de la casa y regresar a su cabaña.
Al día siguiente, Clara fue al archivo municipal para investigar más sobre Antonio y su familia.Descubrió que la desaparición de la niña nunca había sido resuelta y que muchos habitantes del pueblo creían que su espíritu aún rondaba la mansión.Clara se sintió impulsada a ayudar al espíritu de la niña a encontrar paz.
Regresó a la mansión al anochecer, esta vez llevando consigo una vela y un pequeño amuleto de protección que le había dado una anciana del pueblo.Al entrar, encendió la vela y la colocó en la mesa de la biblioteca.Clara habló suavemente, llamando al espíritu de la niña, asegurándole que estaba allí para ayudarla.
De repente, la temperatura de la habitación descendió, y Clara vio cómo la llama de la vela parpadeaba violentamente.Un suave susurro llenó el aire, y Clara sintió una extraña paz.Cerró los ojos y, en su mente, vio una imagen de la niña, sonriendo, mientras un cálido resplandor la envolvía.Al abrir los ojos de nuevo, la mansión estaba en silencio, y los ecos habían desaparecido.
Clara salió de la mansión, sintiéndose aliviada y agradecida.Había ayudado a una familia a encontrar algo de paz y, en el proceso, había vivido una experiencia que nunca olvidaría.De camino a su cabaña, miró hacia atrás y vio una última vez la mansión, ahora en calma bajo la luz de la luna.
Con el diario de Antonio en su poder, Clara sabía que tenía una historia increíble para compartir, una historia de misterios resueltos y de la fuerza del amor más allá del tiempo.
Aquella noche, mientras escribía sus experiencias, Clara se dio cuenta de que había encontrado algo más que respuestas: había encontrado un propósito, el de dar voz a aquellos que ya no podían hablar por sí mismos.
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